VINTART
Educación Waldorf
Arco escolar
A través de un cuento, les comparto las imágenes que acompañan el devenir de la infancia desde su origen espiritual hasta el regreso, haciendo hincapié en los 3 primeros septenios que son los que se acompañan con la educación escolar.
¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde vamos? ¿Quiénes somos? ¿Qué tenemos para aportar al mundo? ¿Qué necesitamos para desarrollarnos plena e integramente?
Simbología del cuento
por Micaela Klein
Cuida tus pensamientos porque se volverán palabras.
Cuida tus palabras porque se volverán actos.
Cuida tus actos porque se harán costumbre.
Cuida tus costumbres porque forjarán tu carácter.
Cuida tu carácter porque formará tu destino.
Y tu destino será tu vida.
Mahatma Gandhi
Los símbolos
Haciendo un análisis del cuento, éste me lleva a pensar sobre la vida. El recorrido que hace el alma antes de llegar a la tierra y los aprendizajes que lleva a cabo en la misma.
La imagen y figura del abuelo simboliza seguridad, un hogar que emana confianza y transmite los saberes del mundo y de la vida. Una imagen que cuida, que protege, que enseña. Lo relaciono con la vida que todos y cada uno de nosotros vivimos para llegar a donde llegamos hoy en día, la vida que Dios nos dio antes de nacer. La granja-el paraíso. El abuelo- Dios. Lugar sagrado donde no hay peligro alguno y donde cada uno volverá al fin de su recorrido.
El cofre como símbolo del alma, del corazón. Allí donde quedan guardados los recuerdos de lo bello, de lo bueno y verdadero. Lugar sagrado donde podemos asistir al sentirnos sin fuerzas, solos, sin respuestas y sin camino, y aunque éste no se pueda abrir hay allí grandes maravillas. Estarán allí guardadas las personas que uno tanto quiere, que siempre estarán presentes, al igual que las que nos hicieron pasar malos momentos en nuestra vida, ellas también están allí guardadas. Rescato la imagen del rayito de luz, la actitud de la figura erguida, bien parada y agradecida por los dones de la naturaleza. Ese rayito de luz que como imagen nos recuerda que nunca estamos solos. Es el cosquilleo de la pregunta. La luz que nos hace venir al mudo a buscar la respuesta al por qué. El llamado de los padres, el camino del eterno peregrino aventurero.
Pancho, Fermín y Tor: Madre, Padre y el ángel guardián.
El sendero es la vida en la cual se irá nuestro niño a aventurar: largo y sinuoso, oscuro y luminoso, habitado por seres misteriosos, alegres y también peligrosos.
El camino de descenso como primera aventura simboliza el llegar a la tierra. El alma en las esferas recorre un largo camino antes de llegar a la tierra. Pasa por distintos momentos en donde va acobijando dentro de sí todas las herramientas que luego le harán trabajar en la tierra.
“Los regalos de las personas con nombre” y “Almas bondadosas que pronuncian palabras” lo pensé haciendo referencia al primer septenio de vida de un niño. De cero a 7 años. Del lactante al infante. El niño necesita absoluta protección. El mundo lo protege, lo cuida. Las imágenes contribuyen a su propia formación. En los primeros tres años de vida se desarrollan los siguientes fenómenos: Andar, hablar y pensar. Estos son el portal hacia la vida entera, por ello hay que cuidarlos enormemente. El niño quiere conocer, descubrir, investigar. El cuerpo anímico está completamente abierto al entorno.
Cuando el niño nace, las primeras semanas organiza el movimiento. Se desarrolla la vista, comienza a distinguir lo que está lejos y lo que está cerca. Este proceso empieza con el movimiento de la cabeza y el cuello.
Segundo trimestre: desarrollo de los miembros superiores. Puede asir. Empieza a recorrer el espacio.
Tercer trimestre: comienza el manejo de las extremidades inferiores. Baja y sube. Reconoce en el espacio el abajo y el arriba. Comienza a andar.
El movimiento es lo que identifica al niño. Siempre que conoce un lugar nuevo lo recorre con los cuatro sentidos inferiores (los cuales se desarrollan con mayor intensidad en este septenio).
Cuatro sentidos básicos o inferiores:
Movimiento
Sentido del equilibrio
Sentido del tacto
Sentido vital
El niño es capaz de vincularse. Saber que hay otros seres y acompañarlos. Conocer sus capacidades.
A los tres años aparece la primera luz de la conciencia. Comienza a vincularse con el mundo interno.
En la escuela Waldorf se reconoce la edad de los siete años como “apta” para comenzar la escolaridad primaria, y los doce/catorce como edad de finalización. Normalmente se la denomina “segundo septenio”. Esta etapa tiene como eje el desarrollo del mundo anímico. Si bien la vida del ser humano se ve como unidad, en cada edad o año de vida se ven envueltos los niños en desarrollos específicos y significativos que no volverán a estar al servicio de la educación en ningún otro momento de la vida. Para poder hacer un profundo y buen trabajo en cada septenio también es importante saber de dónde vienen y hacia dónde van. Esto le da un parámetro de profundidad al trabajo diario. Por tal razón voy a hacer una breve síntesis del primer y tercer septenio y ahondar en el segundo.
Primer septenio
"Durante los primeros siete años de vida, el niño aprende a familiarizarse con el cuerpo físico, a convertirlo en su hogar, desarrollando la orientación en el espacio, conquistando las primeras capacidades fundamentales del asumir la postura vertical, el caminar erecto, el hablar y el pensar. El contexto de aprendizaje es el contenido de todo el entorno que rodea al niño, el niño "imita" a las personas y a los agentes que se encuentran a su alrededor. Este gesto de imitación sirve para imprimir en el estrato volitivo del niño el contenido y la calidad de lo que está aprendiendo. En el jardín de Infancia, el aprendizaje vivencial, el descubrimiento por medio del juego creativo y la interacción social intensa con los compañeros y el maestro constituyen los principales temas educativos".
Perfiles de las edades involucradas
El perfil de un niño de 0 a 7 años es aquel que necesita absoluta protección, atención, respeto y sobre todo amor.
Es necesario que el niño, en esta etapa de su vida, esté rodeado por un entorno donde las cosas tengan sentido, que su alimentación y sueño sean saludables y que obtenga la atención necesaria.
En los primeros tres años de vida se desarrollan los siguientes fenómenos: Andar, hablar y pensar. Estos son el portal hacia la vida entera, por ello hay que cuidarlos enormemente.
A los tres años aparece la primera luz de la conciencia. Comienza a vincularse con el mundo interno. Comienza a autodenominarse "yo".
En esta edad se conforman los hábitos de comportamiento, la memoria, la reverencia, el orden, la escucha y el disfrute del mundo natural.
El niño conquista los cuatro sentidos básicos o inferiores: el movimiento el sentido del equilibrio (el caminar erguido) el sentido del tacto y el sentido vital. Adquiere el lenguaje y el establecimiento del pensar cognitivo.
El niño aprende a vincularse, saber que hay otros y acompañarlos. Comienza a conocer sus capacidades.
Madurez para la escuela
Una vez emancipadas del organismo físico, las fuerzas formativas se van haciendo progresivamente merecedoras de ser considerados “suficientemente maduros para el aprendizaje escolar formal.”
Hay ciertas señales que muestran que los órganos corporales han llegado a una cierta consolidación y armonía. El cambio más evidente es la irrupción de la segunda dentición. Entre otros criterios está la coordinación de los movimientos, la memoria, la capacidad de reconocer, percibir recordar y reproducir formas.
Es necesario en este momento que los niños tengan un entorno de adultos que puedan darle ejemplos dignos de ser imitados.
Lo importante en este cambio de jardín a primaria es percibir el momento justo. Ni antes ni después. Y esta decisión solo se la puede tomar en base al individuo. Si el cambio se hace antes y el cuerpo del niño no ha terminado de formarse completamente, se pueden ver debilitaciones posteriores y pérdida de vitalidad como consecuencias directas.
Segundo septenio
En el capítulo “Su maestro”, entra Ulises en el segundo septenio. De 7 a 14 años. La identidad comienza a abrirse camino para ver el mundo a través de la mano y la palabra del maestro; la autoridad amada. En esta edad se trabaja con la palabra desde lo artístico, desde la imagen afectiva para así desarrollar un sano mundo anímico.
Si bien el niño se apoya en el primer septenio (movimiento, imitación y ritmo), desde allí se parte para trabajar con el mundo afectivo. Lo que tiene mayor fuerza en este septenio es el mundo interno. El maestro acompaña desde su mundo interior el desarrollo del niño.
El respeto se forja en el encuentro humano. Ulises lo vivió al encontrarse con aquellos niños y jóvenes que lo saludaron al pasar: los niños pequeños elevan sus manos venerando y respetando los mundos superiores. En el segundo septenio el respeto va dirigido hacia el mundo físico y todo lo que hay en la tierra. Y en el tercer septenio el respeto se construye mediante el trabajo hacia y con el otro.
Este septenio trabaja mucho con lo práctico: la experiencia directa y vivencial. La forma de enseñanza, entonces, debe tener estas características.
Deberá trabajarse con la palabra desde lo artístico, lo imaginativo y la imagen afectiva. Una de las cosas que se logran de este modo es hacer del aprendizaje una experiencia personal e íntima. Se busca también llegar a la parte anímico de cada niño, y algunas buenas herramientas para lograr este objetivo son el arte y la música. Así, la idea es llegar a una intensa identificación personal y desarrollar un sano mundo anímico en todos y cada uno de los niños.
Cuando los niños rondan entre los 7 y los 9 años de edad, están en una etapa en la que sus energías y deseos por aprender son enormes y no tienen todavía las ansias de formar sus propios juicios. Esta etapa es la indicada para introducirles reglas, leyes y acuerdos universales como lo son los números y las letras que hoy en día usamos. Estas deberán ser presentadas a través de repeticiones rítmicas, canciones, cuentos e historias en donde los niños tengan que poner a prueba su imaginación y memoria.
En esta etapa los niños tienen todavía un respeto muy grande hacia los adultos. Sin embargo en este período se genera un cambio muy hermoso y es cuando dejan de imitar a los maestros y comienzan a considerarlos un ejemplo a seguir. La diferencia entre ambos conceptos es que ahora los niños tienen un sentimiento de afecto hacia su mayor. Y si un maestro logra satisfacer las expectativas de los niños hacia lo que es aprender y ayudar de una forma exitosa entonces estos aceptarán al maestro como autoridad y desde esta posición el maestro abre las puertas para que conozcan el mundo que los rodea.
En estos momentos los niños no poseen un deseo intenso por separar el “yo” del afuera y no tienen la capacidad de diferenciar entre algo vivo y algo inorgánico.
De los 8 a los 9 años el niño comienza a experimentar un cambio fisiológico y el crecimiento empieza a focalizarse más en las extremidades y aumenta la anchura del tronco. En algunos niños esta etapa evolutiva está marcada por síntomas como fatiga, dolor de cabeza y de panza, náuseas, mareo, apetito variable, asma, eccemas y trastornos en los patrones de sueño.
La ronda: el espacio de unión. Allí aparece la palabra. El maestro se muestra como artista para poder describir las imágenes del mundo.
La palabra: amor, música, fuerza. La palabra es vida, y el maestro la hace notar para que el niño la sienta en todo su cuerpo.
Trabajo del maestro:
Ayuda a que se desarrolle el mundo interno.
Conoce todas las emociones.
Autoridad afectiva.
Construye respeto y admiración por la autoridad a la cual aman.
El maestro escucha, respeta para que así sea él respetado.
El maestro construye admiración por el mundo.
El maestro muestra el mundo al niño a través de sus ojos: la Bondad, la belleza y la verdad.
Rubicón (9 años aproximadamente)
El niño en este momento comienza a tomar distancia con el mundo de los adultos y a cuestionar lo que el maestro dice. Quiere admirar al maestro pero ahora sienten la necesidad de justificar su admiración. El Rubicón era el río que tenían que atravesar los legionarios para arribar a Roma. Como muchas veces el regreso a Roma llevaba mucho tiempo, al volver se encontraban con otro emperador. Entonces antes de cruzar el río tenían que tomar la decisión de ponerse bajo las órdenes del nuevo emperador o no, lo cual era una decisión muy fuerte para la época. Por eso Rudolf Steiner lo puso como ejemplo de la dificultad que el niño tiene que cruzar alrededor de los nueve, diez años.
Entre los nueve y los doce años la memoria rítmica de los niños se encuentra en su punto álgido: el momento crítico en el que pueden aprender y procesar mucho más y más rápido que en cualquier otro momento de su desarrollo, siempre y cuando el método de enseñanza acompañe sus intereses.
Con el pasar del tiempo cada niño se va haciendo más individual y necesita que le muestren que él/ella es un centro único que se relaciona con el entorno.
En quinto grado (diez/once años) los niños tienen la capacidad de entender los fenómenos y las cosas de una manera realista y razonada. También es en esta etapa cuando el niño comienza a dominar el sentido de la memoria y tener una noción más clara del tiempo. Entonces pueden comenzar a planear el futuro y con todas estas adquisiciones comenzarán a desarrollar su sentido de la moral, la conciencia ética y la responsabilidad.
Estos años marcan el punto de cambio entre la infancia y la pubertad.
Entre los diez y doce años los niños comienzan otra etapa en donde las proporciones físicas comienzan a cambiar rotundamente. Comienzan a predominar las extremidades y el sistema muscular y toman mucha importancia.
En esta etapa a los niños les interesa mucho las leyes que existen con independencia de lo que le pase a la humanidad o lo que ésta piense.
Tercer septenio
La pubertad y la adolescencia
En la pre-adolescencia Ulises comienza a preguntarse sobre el mundo. Comienza a desarrollar el juicio propio.
El último tercio de este septenio (de los doce a los catorce años) suele caracterizarse por la pubertad y la adolescencia. En esta etapa hay muchos cambios físicos tanto en las niñas como en los niños (la capacidad e identidad sexual entre otros) y estos cambios vienen acompañados de ciertas reacciones sentimentales. En este momento se despierta en los niños un anhelo de independencia, son muy sensibles sentimentalmente y la vergüenza se convierte en un rasgo característico.
Es muy probable que al llegar a esta edad los niños pierdan el equilibro anímico, la constancia y monotonía en el ánimo.
Cada vez más el/la joven se centran en sí mismo/as y en su vida interior. Los jóvenes tienen un impulso por apropiarse y conquistar el mundo que les rodea y eso muchas veces se torna en una actitud agresiva.
En las proximidades de la finalización de este septenio se muestra en los jóvenes un rotundo agravamiento en la voz y comienza el ciclo menstrual en las jóvenes adolescentes.
La tecnología, el trabajo y la profesión se convierten en temas importantes para ellos.
En este momento necesitan de una orientación más objetiva por parte de los maestros y los padres.
“El aspecto docente más importante para los jóvenes de esta edad es educar su voluntad. Si podemos lograrlo, los jóvenes pueden encontrar gradualmente su hogar en el “”mundo exterior”. Solo concentrándose en actividades específicas en el mundo pueden adquirir cada vez nuevas experiencias sobre la soberanía parcial que su propio ser interior puede ejercer sobre este mundo. También aprenden que esa soberanía puede ampliarse, aunque esa expansión solo pueda alcanzarse como resultado de un esfuerzo considerable.”
“El río” como imagen interna de un adolescente, muestra el sentimiento de la importancia de tomar una decisión. Es el momento decisivo en la vida donde en un abrir y cerrar de ojos, todo puede perder el sentido, hasta la vida misma. Aparecen las preguntas: ¿Quién soy yo? ¿Qué vine a hacer al mundo? Preguntas que encausan las energías de un alma en busca de respuestas. Aparecen las fuerzas de conquista hacia el mundo. Allí empieza Ulises con la segunda etapa de su vida: se convierte en un hombre. Entra en el tercer septenio. Etapa de 14 a 21 años en donde el joven empieza a trabajar con su juicio. Destina sus metas e ideales al mundo.
Al tomar Ulises su decisión de seguir adelante en la vida, aparece como por arte de magia el camino: Jazmín. Ella le da el amor. La fuerza femenina que acompaña y alienta. Le otorga seguridad. De esa forma, con un alma compañera se aventuran juntos hacia lo que será su destino. Recorren juntos el cuarto septenio: etapa de 21 a 28 años. Intervienen sobre el mundo. La acción.
Ulises elige su profesión, este no es cualquier trabajo: toma la decisión de ser maestro. Destina su vida al arte de educar y a la eterna autoformación que ello implica. Lo cual incluye la ardua tarea de autoconocimiento y humilde entrega hacia los demás.
El Maestro:
El maestro es un guía. Sabe cuál es la meta y el camino. ¿A dónde? ¿Cómo? ¿Por qué?
¿Cuál es el lugar del maestro en el trecho del camino de la vida de un niño?
La tapa de catorce a veintiún años se considera como adolescencia. En este período desarrollan los jóvenes las fuerzas de conquista hacia el mundo. El joven empieza a trabajar con su juicio personal e independiente y nace su deseo por conocer la verdad, por buscar la libertad.
Desarrollan también su “yo” y nacen las metas y los ideales en el mundo.
En este septenio los jóvenes están listos para conocer la parte más analítica del mundo, conocer las ciencias y demás.
También es de suma importancia que los maestros les hagan visualizar el mundo desde diferentes perspectivas y entender, aceptar y analizar cada una de ellas.